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En el pueblo en el que crecí había un grupo de familias que siempre eran tratadas como “la aristocracia” local. Eran las familias de las que todos hablaban con respeto y a las que le hacían favores exagerados: sus hijos estaban entre los abanderados de la escuela, les reservaban las mejores mesas en los restaurantes, estaban siempre en los palcos en las fiestas y desfiles. Eran, fuera de joda, la aristocracia del pueblo.
Y yo, que desde pendejo siempre tuve cierta tendencia a la rebeldía sin sentido, los odiaba. Odiaba ver que el hijo del dueño de los supermercados fuese abanderado solo por su apellido y no por méritos. Odiaba verlos desfilando en sus autos importados y con sus perros recién peinados en peluquerías caninas. Odiaba todo eso. Y creo que es fácil identificarse con esa repulsión que te genera ver a alguien que está encima tuyo en la pirámide social y preguntarte: ¿Por qué? ¿Qué es lo que te da derecho a mirarme con ese desprecio desde allá arriba?.
¿Solo la suerte de haber nacido con un apellido notable? ¿Eso es suficiente?.
Sobre ese odio.Y sobre ese desprecio. Se trata Saltburn.
Y obviamente, si no la viste, en este correo hay spoilers.
Oliver, el protagonista, también siente ese odio que yo mencionaba antes. Pero a diferencia mía, que solo me limitaba a mirarlos con rabia, él decide hacer algo al respecto. Y toda la película es un thriller que gira en torno a sus planes, de los cuales, obviamente, nos vamos enterando de a poco.
Hay un homoerotismo casi exagerado en Saltburn. Al principio parece que toda la película es solamente un drama romántico entre Oliver y Felix, que es la representación exacta del nene que llega a abanderado solo por tener un apellido ilustre. Posta, si te pido que cierres los ojos y te imagines a un nepobaby estereotípico te imaginas a Felix: pelo perfecto, sonrisa seductora y un ejército de minas persiguiendolo por todos lados.
¿Cómo no se iba a enamorar Oliver de semejante hombre? Antes de ver la película vi un montón de Tiktoks shippeando a esos dos personajes. Y la verdad que si hicieran una versión alternativa de Saltburn en la que toda la trama es solo una comedia romántica entre el hijo de la aristocracia y el pobre Oliver de clase baja, yo compraría. Casi la mitad de la película está dedicada a hacernos creer eso. Y lo logra.
Pero esto no es una comedia romántica. Cuando Oliver y Félix se van a Saltburn, el castillo familiar que le da el nombre a la película, nos empezamos a dar cuenta de eso. Y toda la historia empieza a tomar otro tono mucho más oscuro.
Creo que no sabes lo que es la ARISTOCRACIA de verdad hasta que ves un castillo como el de Saltburn. Un lugar que parece estar ahí hace miles de años y que cuando lo recorres lo primero que pensas es que va a seguir estando ahí mucho tiempo después de que mueras. La permanencia en el tiempo es uno de los grandes privilegios de los ricos.
Y la aristocracia inglesa es una cosa única en el mundo. La prueba de que incluso entre los ricos hay clases sociales. Porque una cosa es ser de una familia que tiene supermercados en un pueblo y otra muy distinta es haber nacido en la aristocracia inglesa, que es como decir que sos rico pero rico de verdad.
Me gusta mucho la forma en la que la ficción suele ilustrar a la aristocracia inglesa. Hay mucho de eso en The Crown o en Downtown Abbey: familias que están medio detenidas en el tiempo, atrapadas en sus burbujas de privilegios y tradiciones mientras el mundo afuera cambia a velocidades radicales. Saltburn muestra muy bien este aislamiento.
La escena del desayuno lo hace de forma perfecta. Oliver se sienta a desayunar con la familia y le tienen que explicar que todos los platos están al costado y que él se tiene que servir. Todos los platos menos los huevos, esos se preparan de forma personalizada para cada integrante de la familia.
Ponete en el lugar de Oliver, que seguramente se crió tomando mate cocido como vos y yo, y que de pronto vas a la casa de una familia rica y te encontras con una mesa llena de platos con comida como para alimentar a un barrio. Ahí, en ese preciso instante, es cuando pensas: ah, esto no es joda. Esto es tener plata en serio.
Hay un mito que nos hacen creer de que los ricos son gente muy inteligente, que llegó a esos lugares y se mantiene en esos lugares gracias a esa inteligencia. Una vez yo se lo escuché decir al nepobaby de mi curso en la secundaria: en mi familia tenemos plata porque todos trabajan todo el día. Pero eso es una mentira, y Oliver se da cuenta muy rápido de una cosa esencial: en general todos los habitantes de Saltburn son bastante boludos:
El padre y la madre viven en una nube de pedos aristocrática y se esfuerzan por ignorar todos los problemas familiares. La hermana de Oliver no es más que una adolescente con problemas típicos de adolescente como desordenes alimentarios y depresión. Y Félix es un cheto sin grandes luces pero que se abre camino en la vida usando su pinta de niño rico. Sobre todas esas debilidades Oliver teje su plan maestro. Y aquí es donde queda claro que Saltburn no es una película romántica sino un thriller con todas las letras. Y aparecen todas esas escenas que te dejan al borde de la silla, totalmente asqueado pero sin poder dejar de ver.
Como la escena con la hermana de Felix. Dios. Es tan incómoda de ver que hasta me da cosa describirla. Y aún así, entre todo ese asco hay un simbolismo que es tan hermoso que no puedo no mencionarlo: mientras se chupa los dedos, Oliver le dice a la chica que es un vampiro. Y es la metáfora perfecta, porque eso es exactamente lo que está haciendo, le está chupando la vida a toda la familia.
Pero ni siquiera esa escena es tan incómoda como la que sigue, cuando Félix lleva a Oliver de sorpresa a visitar a su supuesta madre que tiene problemas de abusos de sustancia, y se entera que al final Oliver siempre fue un nene de clase media alta, apenas por debajo de él en la pirámide alimenticia.
Por favor, la incomodidad que sentís viendo esa escena es tremenda. Y lo es porque todos hemos estado en ese lugar: todos hemos sentido ese cosquilleo que te agarra atrás de la cabeza cuando alguien descubre que le estuviste mintiendo.
Cuando Félix descubre la verdad de Oliver lo obliga a adelantar sus planes. Y esa misma noche se mueve y provoca la muerte de Félix, empezando un juego de dominos para quedarse con Saltburn y con toda la herencia familiar.
Es imposible aquí no hacer un paralelo con Parasite, otra historia de gente de clase media o clase baja que descubre que los ricos son fáciles de manipular y se aprovechan de ello. Parásitos que se alimentan de los ricos o vampiros que directamente les chupan toda la vida. Esas son las descripciones que pueden usarse con gente como Oliver. O son, al menos, las descripciones que los ricos seguramente usarían.
Al final de la película, durante su monólogo, Oliver dice que los aristócratas no tienen depredadores naturales y que por eso es tan fácil derrotarlos. Creo que es la mejor línea de toda la película. Y describe a la perfección una realidad social que existe en muchos países.
Una cosa son los nuevos ricos, los que probablemente tuvieron que pelear bastante para llegar al lugar en el que están y por eso apenas llegan se ponen medio grasas y se compran casas de mal gusto en nordelta y camionetas 4x4. Ellos, a pesar de tener mal gusto, sí tienen depredadores naturales, por eso Saltburn no es la historia de cómo Oliver termina matando a una familia de empresarios que viven en la city de Londres.
Pero la aristocracia inglesa, que vive hace siglos en castillos de piedra totalmente aislada de la vida real, a esos si que te los podés cargar con las mismas tácticas con las que te levantabas al que te gusta en el secundario. Ese análisis social de la película es excelente.
Al final de la historia, vemos a Oliver acomodando las piedras en las que escribió los nombres de toda la familia que se acaba de cargar. Sus pequeños premios. Ahí también hay mucho simbolismo. Todo eso de que los depredadores se quedan con recuerdos de sus víctimas. Es probable que para Oliver esas piedras sean más valiosas que todo el castillo, porque representan de verdad lo que logró conseguir él solo, sin ayuda de nadie más.
Y después, viene toda la escena del baile con Murder on the Dancefloor de fondo, que es excelente. No me banco ni un argumento en contrario.
Y dato de color muy muy relevante: Barry Keoghan no usa ninguna prótesis ni ninguna cosa rara en esa escena. Lo que vemos, es lo que hay. De nada.
Hola.
Logré cumplir mi objetivo de retomar los correos semanales apenas empezará el año. Bah, lo logré al menos este domingo. Veremos el domingo que viene…
Espero que hayas tenido un lindo comienzo del 2024. El mio estuvo bastante bien a pesar de los comentarios negativos que estuve haciendo en Instagram al respecto. Digamos que el comienzo estuvo bien, pero no le tengo mucha esperanza al desarrollo. Veremos.
Junto con este correo subí también un video a YouTube, en mi afán de intentar incursionar aún más en lo audiovisual. No creo que logré hacer videos todos los domingos. A decir verdad me gustaría que lo que escribo en este espacio esté separado de lo que hago en lo audiovisual, porque escribir un guión no es lo mismo que escribir un correo. Seguramente lo hayas notado. Pero iremos viendo cómo logró acomodar la cuestión.
Por ahora, va ese video y este correo. Este miércoles quizas vuelva a transmitir en Twitch. Seguro esté avisando en Instagram.
En fin. Nos estamos leyendo estos días. Gracias por el aguante.
Hermoso, gracias