Tenía Ganas de Escribirte✍️.
Y otras cosas que dice la gente después de ghostearte meses enteros.
No recuerdo cuando tuve la primera urgencia de escribir algo. Debe haber pasado varias veces en mi infancia cuando garabateaba cosas en las hojas que mis viejos me daban de la imprenta. Después resurgió en algún momento de mi adolescencia y se mantuvo latente hasta hace cuatro años cuando empecé a mandar este newsletter.
A partir de ahí apareció cierta necesidad constante de escribir. Me topo con temas, momentos o anécdotas y pienso “tendría que escribir sobre esto”. Justo hoy leí una columna de Alejandro Zambra en la que dice que los argentinos tenemos tres hobbies: tomar mate, ver fútbol y escribir columnas de opinión. Es un poco innegable que este espacio se terminó transformando en mi columna de opinión.
Alguien del trabajo me dijo hace relativamente poco que para escribir mejor hay que sentarse y escribir mucho. Me lo dijo como una especie de consejo. Algo así como “ponete a escribir, Nacho”. Es el tipo de cosa que me pone medio molesto. Envíe más de 100 correos de 1500 palabras cada uno cuando este newsletter estuvo en su apogeo. ¿Esos no cuentan como “escribir mucho”?. Después me acuerdo que él no tiene porque saberlo. Casi nunca hablo en la vida real de este proyecto.
Hace varias semanas que atravieso una especie de bloqueo en lo que respecta a escribir estos correos. No es que no tenga ganas de escribir, sino que nunca logró conjugar las ganas para sentarme y hacerlo. Los formatos audiovisuales que estuve haciendo me resultan más efectivos a la hora de generar dopamina. Un video con 200 mil reproducciones y cientos de comentarios me resulta inevitablemente más atractivo que escribir un correo que capaz lean mil personas.
Y sin embargo, la profundidad que estas líneas tienen es una cosa que necesito. En los videos de un minuto que la tiranía del algoritmo me exige nunca puedo llegar a explorar por completo un concepto. Todo se agota tan rápido que me terminó frustrando. Aquí, en cambio, siento que puedo explorar cada rincón del mapa que existe en mi cabeza, perderme en los pasillos de mis ideas hasta terminar encontrando algo que vale la pena.
¿De que te estaba hablando? Ah, si. De que me estaba costando escribir estos correos. Me estaba costando escribir en general. Creo que a veces me cuesta hacer cosas sino siento que tienen un sentido que me trasciende. Hay algo de la magia de sentir que estas palabras pueden ser importantes que parece haberse perdido.
La respuesta, por supuesto, está en la humildad. No importa si estas palabras están destinadas a mil personas o a doscientas mil personas. Pueden ser importantes igual. Pueden ser íntimas igual. Después de todo, es el hecho de que vos hayas decidido recibir este correo el que le otorga una importancia que nunca podría haber tenido por sí solo.
Siempre me molestaron un poco los escritores que solo escriben de escribir. Los que hacen cuentos y novelas protagonizadas por escritores. Lo siento como un desperdicio. Tan poderosa es la capacidad de utilizar palabras para narrar una historia y la vas a desperdiciar creando relatos donde la estrella sos vos pero de mentirita. Y aquí estoy, escribiendo un correo sobre escribir. La vida se encarga de ponerme en mi lugar cada tanto.
Solo esta semana debo haber escrito al menos dos gacetillas de prensa, una docena de tweets intrascendentes, un plan de comunicación que nadie va a leer y un listado de 20 correos automatizados para un freelo que me tiraron por la cabeza.¿La capacidad de escribir será una cosa limitada? Porque si lo es, la estoy desperdiciando en boludeces.
De pronto este correo parece escrito por Violencia Rivas. Es gracioso porque no era mi intención original. Lo que planeaba era reflexionar sobre los hábitos de escribir inspirado por lo que leí hoy de Alejandro Zambra. Terminé haciendo catarsis. Quizás lo necesitaba. Quizás necesitaba construir esta rabieta para volver a amigarme con el hábito de escribir aquí todos los domingos.
Llegado a este punto, creo que la única forma de recuperar ese hábito es usando la misma técnica que usa la gente para reconstruir una relación de pareja luego de un distanciamiento: ir poco a poco, tanteando el terreno, respetando los límites y evitando exagerar los gestos de amor desmedido. Así hasta que un día tu novio te vuelve a dar un beso espontáneo durante el desayuno y entonces sentís que todo volvió a la normalidad.
Y después maduras y te das cuenta que tal normalidad ya no existe. Que en realidad esta es otra normalidad. Un estadio distinto. Que no por ser distinto no es mejor que el anterior.
Si. Eso es lo que me gustaría. Volver a escribir estos correos domingo a domingo. Sin atarme ni a tiempos ni a formatos. Sin torturarme por si lo que sale de aquí te va a gustar o no. Sin pensar en si las miles de personas que ven los videos llegan al final del túnel imaginario y terminan leyendo estas palabras.
Escribir solo por escribir de la misma forma que el amor más puro es solo amar por amar. Algo así. Algo que se sienta de esa forma.
Hola Nacho! Me encantó este correo. Gracias por hablar de los bloqueos y la reconciliación, de alguna forma estoy pasando por esas dos cosas. Te mando un abrazo y ojalá que sigas escribiendo siempre (ese es un deseo totalmente egoísta).
Es re loco, porque hablas de la normalidad, y este finde paso algo que altero la normalidad con mi pareja. Pero siento que este texto vino a ordenar un poco esa ráfaga de sensaciones y emociones de querer tirar todo al carajo, porque pasional siempre, haciendo que habite la paciencia y el sentir del otro.
Escribir palabras desordenadas me encanta, y aliento a eso también. Algún día saldrán ordenadas pero creo que si uno pone el corazón en lo que escribe siempre llega el mensaje.