Hace un tiempo que ya no me gusta ir a librerías grandes a comprar libros. Cuando me mudé a Buenos Aires era una de las actividades que más me fascinaban, ir una vez al mes al Ateneo o a alguna otra cadena a buscar las novedades. Pero este año ese plan me dejo de parecer interesante. Las novedades literarias ya no me atraen demasiado. El mes pasado fui a una librería por Av Rivadavia a comprar un libro que se había puesto de moda en Twitter y después cuando lo leí quedé bastante decepcionado. Mala mía igual por seguirle la corriente a Twitter.
En vez de eso, me empezó a gustar más recorrer esos puestitos de libros usados que hay en algunos parques y plazas de Buenos Aires. Además de que tienen precios más amigables con un país en crisis, tienen también joyitas que las editoriales ya no publican más, porque las editoriales entienden de muchas cosas pero no de literatura.
Ayer en un puestito de Parque Centenario encontré un libro muy gordo que recopilaba los cuentos favoritos de Borges. No cuentos escritos por él, sino cuentos de otros autores que a él le gustaban mucho. Me pareció una idea fantástica. ¿Cómo puede ser que no hayan vuelto a publicar una cosa así? Como dije, las editoriales no entienden nada.
En un puestito como ese una vez encontré otro librito de Borges del que nunca había escuchado, una recopilación de ensayos y conferencias llamado Siete noches, en las que Borges habla de distintos temas que le obsesionaron en su vida. Me lo encontré de pura casualidad mientras buscaba otro libro.
Casualmente, en Siete noches Borges dice que el azar no existe, sino que es una palabra que usamos para describir a la “compleja maquinaria de la causalidad” que nuestra mente humana aún es incapaz de entender. Dice esto en medio de un ensayo sobre La Divina Comedia. Me fascina de Borges la capacidad de decir cosas tremendamente hermosas en los lugares más insospechados.
Jorge Luis escribe de la Divina Comedia como quien escribe de una de sus profundas obsesiones: “leía todas las ediciones que encontraba y me distraía con los distintos comentarios”. Sin embargo, él mismo dice que no hay que darle bola a las interpretaciones, que primero hay que leer todos los versos de Dante y recién ahí sumergirse en lo que se escribió sobre ellos a posteriori.
Me gusta mucho cuando leo a Borges y es fácil detectar esas pequeñas obsesiones que lo guiaban. Odio esa cosa profundamente burguesa de entronar al mejor escritor argentino en una especie de sabio infinito que alcanzó la iluminación a través del estudio higiénico.
Hay otro contenido de Borges que creo que muestra esta faceta obsesiva. Es una entrevista publicada en la última edición de la revista Orsai. Una nota inédita que le hicieron dos estudiantes en los 80 y que recién ve la luz ahora. Toda la historia sobre como Hernan Casciari se topó con este diamante en bruto es fascinante por sí sola.
En la entrevista, los pibes intentan preguntarle a Borges por su obra y por la literatura en general, y Borges les respondé con sus habituales genialidades. Hasta que en un punto empieza a hablar sobre un viaje que había hecho a Estados Unidos hace poco, y de pronto Jorge Luis se transforma en el meme de “¿Pero sabes qué es lo que más bronca me da?”.
“Volví con la sensación de haber estado en un país esencialmente mediocre, del todo indigno con su historia” arranca diciendo Borges mientras cuenta que había pasado cuatro meses allá dando clases. Los pibes intentan hacerlo volver a la literatura con un comentario sobre la modernidad y Borges termina entrando en un auténtico monólogo anti-estadounidense de esos que solo puede producir un argentino:
Que los estudiantes son ignorantes, que les tuvo que explicar que era un centauro o que en un curso de literatura española se puso a hablar de Napoleón hasta que uno de los chicos le preguntó: ¿Quién es Napoleón? y es imposible no imaginarse a Borges colapsando en el aula.
“¿Cómo una persona puede realizar ese prodigio de vivir más de veinte años y eludir continuamente a un nombre tan famoso?” se pregunta al final de la anécdota, para luego contar que una vez en un restaurante intentó pedir arroz con manteca y queso porque estaba mal de la panza, y el mozo le dijo que no podían servirle una cosa tan sencilla.
“Yo no se porque tengo esta manía de hablar mal de los Estados Unidos” dijo Borges un rato después, probablemente luego de notar que sus entrevistadores ya estaban un poco cansados del tono que había tomado la charla, y termina diciendo que en cualquier otro lugar del mundo uno puede conversar con cualquiera, menos en EEUU, porque ahí las conversaciones se reducen a “unos cuantos sonidos básicos americanos” como “yeah”, “woow” o “hii”.
En fin, no se porque me pinto compartir con vos esto de Borges hoy. En la semana subí un video empezando una serie de “razones por las que no somos un país de m…”. Y Borges es posiblemente una de esas razones. La relación amor-odio con EEUU probablemente sea otra. ¿Se te ocurren más motivos? Podés responder este correo y mandármelos, seguramente haga más videos de ese tema en estos días.
Nunca leí la Divina Comedia. Me avergüenza un poquito admitir que todo eso que conocemos como “los clásicos” es un territorio medio desconocido para mi. Quizás luego de enviar este mail debería ir a los puestitos del parque a ver si consigo alguna edición vieja de los versos de Dante.
Que tengas un lindo domingo.