La Chica que Tenía Prohibido Ganar Premios.
Los Grammys, Taylor Swift y el derecho a hacer grandes cosas.
Hay un fragmento del documental Miss Americana que aterra a todos los swifties: Taylor escuchando la llamada en la que le informan que su sexto álbum, Reputation, no había obtenido ninguna nominación en los Grammys. La rubia deja escapar algunas lágrimas y cierra la escena con un mandato auto-exigente: voy a tener que escribir un mejor álbum.
La relación de Taylor con los grammys (y con los premios en general) ha sido siempre muy tóxica. Arrasa en todas las premiaciones que dependen de la votación del público en general, pero tambalea en aquellas en las que vota ese ecosistema difuso que son los críticos, productores y otros artistas.
Taylor Swift es un elemento disruptivo en la industria musical, que resistió obstinadamente todos los intentos de cancelación y las restricciones de reglas formales e informales que disqueras, críticos y representantes intentan imponer. Taylor creció ignorando todos esos cuestionamientos y a veces incluso yendo a confrontarlos directamente. Ahora se volvió un fenómeno tan grande que ignorarla es directamente un costo para toda esa industria, pero no siempre fue así.
En el 2009, Kanye West le quitó el micrófono mientras recibía su primer VMA, en el 2014 ignoraron por completo su álbum Red en los grammys. Un tiempo después hubo un intento de cancelación masiva en las redes después de una polémica con Kim Kardashian y el mismísimo Kanye. En 2019 llegaron al extremo de robarle a Taylor los derechos de propiedad sobre sus 6 primeros discos. Intentos de disciplinamiento constantes promovidos por una industria que disfruta de parasitar a los artistas pero está dispuesta a aplastarlos cuando los mismos intentan tener autonomía propia.
Los artistas que llegan a cierto nivel de masividad se vuelven un problema para ese sistema. Cuando anunciaron los recitales de Taylor en Argentina alguien twitteo: “solo dos personas en el mundo podrían llenar recitales de medio millón de personas. Uno es el Indio Solari. La otra es Taylor Swift”. Además de ser una máxima verdad, es también una descripción perfecta de la popularidad de Taylor. Y de cómo esa popularidad le permite tomar decisiones que para la industria son inaceptables en otros artistas.
Esa popularidad también genera procesos de polarización que se vuelven insoportables. Alguien dijo que en Argentina los goles más gritados son los que hace Boca, y los segundos más gritados son los que le hacen a Boca. Con Taylor pasa algo similar. O te gusta su música o sos un crítico insoportable de la misma. La zona gris en el medio parece estar cada vez más inhabitada.
Cuando salió Midnights, recuerdo haber leído muchos tweets y críticas diciendo que era un álbum monótono, repetitivo y poco original que no estaba a la altura de Folklore o Evermore. Siempre me pareció curioso que la gente que suele tener esas opiniones es la misma que después te recomienda algún disco indie desconocido que solo se escucha en Puan y te lo vende como una obra maestra subvalorada. Cierta gente de consumos pretenciosos que odia las cosas populares. Necesitan sentir que sus disfrutes son un privilegio que va contra corriente. Que son iluminados culturales con paladar refinado y distinguido frente a las masas que consumen cualquier cosa.
No tengo nada contra los artistas indies. Pero si tengo algo en contra de quienes necesitan denostar lo popular para sentir que son superiores. Los que semana a semana ven cual es la moda del momento y se apresuran a escribir columnas de 1000 palabras criticando todo con citas inentendibles y argumentos rebuscados. Los que anoche estaban twitteando que Taylor no merecía ganar grammys con Midnights.
Odiar todo lo que es popular es una personalidad fácil de construir. Solo tenés que ponerte en pose hater y divagar en redes sociales. Si lo sabremos en Argentina, donde gran parte del ecosistema política vive hace décadas de hacer antiperonismo furioso.
Crear cosas que trascienden y se vuelven eternas es muchísimo más difícil que eso. Anoche Taylor ganó su cuarto Grammy de álbum del año, rompiendo el récord que habían ostentado Frank Sinatra y Stevie Wonder. Un récord del siglo XX quebrantado por una chica de 34 años del siglo XXI. No es algo que se viva todos los días. Las grandes historias parecen algo vedado para nuestra generación condenada a lo efímero y transitorio. Y ahí está Taylor, recordándonos que tenemos derecho a aspirar a la grandeza.
Durante mucho tiempo Taylor pareció ser la chica que tenía prohibido ganar premios. Porque, o los premios la ignoraban, o alguien le sacaba el micrófono cuando los recibía, o tenía que soportar críticas abismales cada vez que la premiaban. “Solo tengo que hacer un mejor albúm” fue su respuesta obstinada ante todos esos obstáculos. El domingo a la noche, después de ganar un nuevo premio, dijo frente al público de los Grammys que ella sabía que ese premio tenía mucho que ver con la presión que sus fans ejercen sobre la industria, y después de eso anunció el lanzamiento de su nuevo albúm, tomando por asalto el evento que antes había disfrutado ignorar algunos de sus mejores discos.
Ese autoconocimiento de saber que el poder propio viene de la popularidad es otra cosa que me fascina. Taylor es enorme por su inmenso talento escribiendo canciones, pero su verdadero poder está en su masividad. Es otra característica en común con el peronismo. Perón era un gran estadista con capacidad técnica y política, pero la verdadera naturaleza de su poder emanaba del pequeño detalle de que cuando intentaron meterlo en cana medio país salió a la calle a defenderlo.
Quizás la mayor lección de la historia de Taylor con las premiaciones es que vale la pena crear. Que vale la pena terminar ese libro que tenés guardado en el World, que vale la pena subir ese video que te da vergüenza ajena, que vale la pena ir a las clases de canto y de baile. Que entre todas esas cosas capaz podes terminar construyendo el camino hacia tu propia perdurabilidad. Porque si la chica que tenía prohibido ganar premios pudo hacerlo, entonces vos también.
Todo este newsletter me hizo sonreír de principio a fin. Plasmaste con una familiaridad acogedora todo lo que significa Taylor para quienes somos fans de su trabajo e hiciste las comparaciones más indicadas de la historia (el Peronismo y el Indio Solari). Pero sin duda alguna, lo que me trajo acá es el párrafo final que tiene la cuota de esperanza que se necesita para celebrar un hecho como Taylor rompiendo récords y para pasar con un manto de ternura los tiempos oscuros que corren, que nos invitan y empujan a volvernos cínicos, acomodándonos en el (cada vez más concurrido) lugar de odiadores de todo. Gracias por esta caricia en tiempos hostiles. Voy a escribir ese libro. Abrazo :)